lunes, 19 de mayo de 2008

Otros parricidios en la argentina.

Los resonantes casos Schoklender, Da Bouza, Vásquez, entre otros, ocuparon varias páginas en los diarios nacionales.
Si bien para la mayoría de la gente, la familia está llamada a ser el núcleo básico de toda sociedad, a veces, la realidad contradice violentamente esos enunciados.
Aquí un breve resumen de las historias de esas familias con destinos trágicos, marcados por un vínculo padres-hijos destruido, que dio paso al asesinato.
El más remoto que da cuenta un medio gráfico del siglo pasado, nos lleva al 20 de julio de 1914. Frank Livingston había sido atacado por sus propios vástagos, Lauro y Lura Francisco Salvatto, con una lanza de 80 cm de largo.
Dos de sus seis hijos esperaron a Livingston en el zaguán de su casa y le clavaron la lanza 36 veces. Ellos eran los autores materiales pero la mente instigadora del crimen fue Carmen Guillot, esposa y madre de los hijos Livingston.
Ya más cercano a nuestro tiempo, el parricidio quizás más emblemático en la historia argentina, que ocupo un amplia cubertura en los medios de comunicación, lo represente el caso Schoklender.
En la madrugada del 30 de mayo de 1981, Pablo Guillermo Y Sergio Mauricio Schoklender decidieron asesinar a sus progenitores.
Los hermanos Sergio y Pablo, de 23 y 20 años por ese entonces, primero golpearon a sus padres Mauricio Schoklender y Cristina Silva Romano, con una barra de 20 kilos para luego terminar ahorcándolos. Ese mismo día, policía de la comisaría 21a. descubrieron en el baúl de un Dodge Polara estacionado en Coronel Díaz y Pacheco de Melo los cuerpos del matrimonio Schoklender.
Pablo, que vivía en Belgrano con sus padres, huyó a Tucumán, pero fue interceptado. Sergio, que vivía en Uruguay, fue encontrado en la ruta 2 a la altura de Coronel Vidal. Ambos admitieron ser culpables.
Otro hecho por demás significativo, que al igual que en el doble crimen de los Schoklender, ocurrió en un coqueto barrio porteño, fue el caso Da Bouza.
El 26 de marzo de 1998, Ramón Antonio Da Bouza, gerente de Análisis Financiero de Nuevos Proyectos de Techint yacía tendido, con dos balazos en la cabeza y múltiples traumatismos, en su casa en el barrio de San Telmo.
Dos días después, los dos principales implicados eran Emanuel y Santiago Da Bouza. El móvil de tal horrendo crimen fue económico, principalmente, aunque la relación de los hermanos con su padres no era buena.
Sergio Schoklender terminaría como abogado de ambos pero no podría evitar que, el 22 de diciembre de 2000, Santiago y Emanuel fueran condenados a prisión perpetua por el asesinato de su padre.
El otro parricidio que se llevó las primeras planas de los diarios fue el llamado crimen de Saavedra. El lunes 27 de marzo el sadismo y lo sobrenatural se mezclaron para terminar de convertir el asesinato de Juan Carlos Vásquez en uno de los casos más espeluznantes de la crónica policial argentina.
En Manuela Pedraza 5873, en el barrio de Saavedra policías de la comisaría 49a. vieron a través de un reflejo como Silvina Vásquez clavaba una y otra vez un cuchillo tramontina en el cuello de su padre, Juan Carlos.
Cuando entraron a la casa la escena era desagradable: había sangre y excremento por todos lados. Silvina y Gabriela, desnudas las dos, le habían desfigurado el rostro, arrancado los párpados y una parte del pómulo izquierdo con el cuchillo.
Lo más increíble fue lo que motivo a las hermanas, de 29 y 21 años, a cometer tal crimen y es que declararon que intentaba quitarle el diablo del cuerpo a su padre.
Otros dos casos con aristas similares, donde el desamor, los malos tratos y la humillación fueron el caldo de cultivo, que movilizaron a dos adolescentes a disparar contra sus padres.
Uno fue en Esperanza, Santa Fe donde un menor de apenas 17 años asesino a su padre, Giovanni Mezzalana, un comerciante de la zona mientras dormía. El adolescente espero a que su padre durmiera y sin vacilar puso una almohada sobre el rostro de Giovanni para luego dispararle con un fusil 764 de caza mayos. El disparó fue mortal.
El hecho ocurrió en noviembre del 2007, cuando el mayor de los hijos de Mezzalana, cansados de los malos tratos que recibían él y su hermano, por parte de su progenitor, decidió ponerle punto final a esa situación.
Ese mismo año, en Concordia, Entre Ríos otro joven asesinaba a tiros a su padre, a la esposa de éste y al pequeño hijo del matrimonio.
El menor en un primer momento negó tener algo que ver con el hecho pero su propio testimonio y las pruebas en la escena del crimen lo terminaron incriminando.